Forraje verde

La proporción de forraje verde en la Weltacker es de 174 m² (8,7%). Forraje suele ser el nombre que se da a plantas como las gramíneas, la alfalfa o el trébol que se cultivan como forraje o, como las hojas de remolacha, se dejan como partes de plantas para forraje. Las plantas forrajeras suelen cosecharse antes de que hayan terminado de crecer y -a diferencia del heno- se suministran a los animales de granja en estado fresco o como ensilado.
Pradera temporal
Las superficies de forraje verde también se conocen como praderas temporales, ya que en ellas se cultivan gramíneas y leguminosas que también pueden encontrarse en prados y pastizales. A diferencia del pasto permanente, estas praderas forman parte de la superficie cultivable disponible y, tras un período de uno a cinco años, se sustituyen por otros cultivos agrícolas. En la práctica, estas plantas suelen sembrarse en mezclas. El forraje verde —especialmente el trébol— desempeña un papel clave en la agricultura ecológica: fija nitrógeno, suprime las malas hierbas y mejora la fertilidad del suelo.

Forraje verde para la cría de animales
El principal objetivo del cultivo de forraje verde es alimentar a los rumiantes criados como ganado —vacas, cabras y ovejas—, aunque también son rumiantes animales silvestres como ciervos, corzos, alces, antílopes y jirafas. Todos ellos poseen un sistema digestivo con cuatro compartimentos en el estómago, que les permite procesar en etapas alimentos de difícil digestión. El bolo alimenticio parcialmente digerido se regurgita, se mastica de nuevo y se vuelve a tragar antes de ser digerido por completo. Durante este proceso, microorganismos especiales descomponen la fibra y son capaces de aprovechar energéticamente compuestos como la celulosa, que para otras especies animales y para el ser humano resultan indigeribles. Los gases liberados en esta fermentación, como dióxido de carbono y metano, se expulsan principalmente mediante eructos. Finalmente, las grasas y proteínas se digieren gracias a las enzimas propias del organismo.

Las vacas son uno de los animales de granja más importantes para el ser humano. Originarias de las estepas, se alimentan principalmente de hierba. En una alimentación basada exclusivamente en pastoreo, una vaca en Europa Central puede producir entre 18 y 20 litros de leche al día en los meses de mayo y junio. Las vacas de alta producción pueden llegar a duplicar esta cantidad. Para alcanzar ese nivel de rendimiento, necesitan recibir pienso concentrado; sin él, estas variedades selectas no sobrevivirían únicamente con pasto. Sin embargo, la alimentación con pienso reduce la calidad de la leche, ya que la leche de vacas que consumen principalmente hierba, heno y ensilado de hierba contiene más ácidos grasos Omega-3. En verano, la leche de vacas de pastoreo alcanza un contenido mínimo de Omega-3 de 1,0 gramos por cada 100 gramos de leche, mientras que la leche procedente del establo con alto contenido de ensilado de maíz y pienso presenta aproximadamente la mitad.

Teniendo en cuenta que, en todo el mundo, sólo algo más del 40% de la cosecha de los cultivos herbáceos más importantes se destina directamente al consumo humano, el gran potencial para alimentar a vacas, ovejas y cabras reside en el cultivo de pastos y praderas.
Forraje verde y praderas para la protección del clima
Ecológicamente, el cultivo intensivo de piensos concentrados conduce a la destrucción de la selva tropical, amenaza valiosos ecosistemas (incluidos prados y pastos) y la diversidad de la flora y la fauna. A diferencia de las tierras cultivables, los pastos proporcionan más alimento y hábitat para insectos y aves. Incluso en las praderas, como los campos de trébol y alfalfa, la biodiversidad es mayor que en las tierras cultivables con cultivos concentrados para piensos, con hasta 1600 especies de insectos.

Además, el enriquecimiento de materia orgánica en el suelo permite fijar casi 19 toneladas de carbono por hectárea cada año. En este proceso participan, por un lado, las gramíneas con su masa radicular y, por otro, las leguminosas —como el trébol rojo y la alfalfa— que, gracias a su simbiosis con bacterias del suelo, pueden fijar nitrógeno del aire y almacenarlo en una forma aprovechable por las plantas.Un mayor porcentaje de este tipo de mezclas forrajeras en los campos de todo el mundo podría reducir drásticamente el uso de fertilizantes nitrogenados sintéticos. Esto, a su vez, mejoraría los rendimientos agrícolas de forma natural, sin el aporte habitual de fertilizantes químicos y pesticidas, y sin el gasto energético que conllevan. Lamentablemente, según las estadísticas de la FAO, la producción de forraje verde se centra actualmente más en las gramíneas que en las leguminosas.

El enriquecimiento con materia orgánica también sirve para mantener la fertilidad del suelo a largo plazo y para protegerlo de la lixiviación debida al cultivo a largo plazo con abonos artificiales. Los procesos de descomposición de la materia orgánica que tienen lugar en el suelo para alimentar a las plantas van seguidos de la reconstrucción de la capa de humus mediante la incorporación de residuos vegetales y el acolchado con la hierba segada como abono para otros cultivos herbáceos. Las explotaciones ganaderas cierran el ciclo utilizando la materia vegetal aérea como forraje y el estiércol producido como abono.
Fuentes
Reserva de la Biosfera de Bliesgau: Forraje verde
Universidad de Ciencias Aplicadas de Nürtingen-Geislingen: Campo Global 2023
Greenpeace: Mejor calidad de la leche gracias a los forrajes verdes